Anochece tras el faro de Garrucha.

El levante almeriense me acogió con los brazos abiertos, por lo que no dudé en dejarme seducir, no como el cabezota de Ulises cuando la llamada de las sirenas. Ante unas gambas rojas de Garrucha; con playas kilométricas donde conviven con total armonía nudismo y textil; con calas recónditas con aguas cristalinas, donde la toalla más próxima se vislumbra allá en el horizonte como pincelada de Monet, el nómada optó por lo más cuerdo, es decir zambullirse en el momento ausente y seguir la luz del faro del no tiempo.
La misma luz que hoy me ha hecho arribar de nuevo a puerto blog, para desembarcar todo un variopinto cargamento de experiencias. Traigo las redes repletas y no sé por donde empezar. Tengan la garantía que irá saliendo todo lo pescado. Paciencia.