gosto suele ser el
mes clave en ciertos establecimientos para hacer caja. Otros harán sus maletas
en busca de un disputado hueco frente al mar. Entiendo que las chicharreras del
interior empujen al personal hacia la costa. Estaba yo en la atiborrada playa
de Malapesquera, Benalmádena, Málaga, cuando llegó una familia con inconfundible
acento cordobés, tras hallar un mínimo espacio en quinta fila (toalla con
toalla) el padre exclamó: “Esto es vida”. Esta frase la oí a poco de haber
jurado yo en arameo por mi desafortunada elección del lugar.
La
felicidad se mide con baremos muy peculiares. Cuando me acerco al Mare Nostrum,
busco los lugares menos concurridos, que ya me cuesta. Aún así es inevitable
ser atacado por un grupo de “charlis”. Esta es una subespecie del homo “playensis”
que abandona su territorio bajo el parasol jarca; se suma a otros de su manada;
se congrega cerca de los especímenes tranquilos y en pocos minutos montan un
foro sacamuelas de cuidado. Lo mismo pregonan, con gritos de vendedor ambulante
de pescado, las excelencias y trucos de su tortilla de patatas que, los
problemas escolares de sus retoños.
Por
todo lo expuesto ut supra y mucho más, echo de menos la soledad de las cumbres.
Como estas pirenaicas que se asoman en formato panorámico.
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Vistas desde el refugio de la Basa de la Mora. Saravillo. Huesca. |
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Ibón Basa de la Mora. Saravillo. Huesca. |
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Cascadas de La Larri. Bielsa. Huesca. |
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Lago de Oredón. Francia. |
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Llanos de La Larri. Bielsa. Huesca. |
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Parque natural de Ordesa y Monte Perdido. Bielsa. Huesca. |