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Puente de Los Suspiros. Venecia. Italia. |
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al y como dice el proverbio, no hay
peor ciego que quien no quiere ver. Los supervivientes del naufragio de Lampedusa aseguran que tres pesqueros hicieron caso omiso de su situación desesperada. Con su embarcación
en llamas y sin auxilio, los buscadores del sueño europeo estaban predestinados
a la tragedia. Muchos eran menores y mujeres embarazadas.
A los
eurócratas, con sus eurosueldos y europrivilegios, estos problemas les pillan
muy a trasmano. Con unas enlatadas
palabritas de condolencia despachan el accidente. La alcaldesa de Lampedusa,
Giusi Nicolini, invita al presidente del gobierno italiano: “Venga aquí a mirar
el horror a la cara. Venga a contar los muertos conmigo”. Hasta ahora suman más de 200 fallecidos.
La
ceguera de los pesqueros, en primera instancia, puede deberse a que otros compañeros
fueron procesados por salvar vidas. La xenofobia de una ley de 2008 “obliga” a
los navegantes a taparse los ojos y los oídos ante un drama humano sin
paliativos. Bajo la lupa de la injusta normativa italiana, si se tratase de un
crucero de acaudalados nórdicos y los pescadores los hubieran ayudado serían
unos héroes. En cambio socorrer a negros o moros desarrapados es delito.
Al igual que la Venecia escaparate me encantó, este drama me indigna y hace que lo vea todo muy oscuro.
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Reflejos en el Gran Canal. Venecia. Italia. |