

Alguien puso de moda el volver a tratar el rancio franquismo, el de las meriendas con un enorme trozo de pan cateto y una mínima porción de un chocolate, una cosa tan basta los colchones de borra y las mantas tan pesadas como lápidas y no menos calurosas.
Todo este viene a colación, porque la profe de Historia ha tenido la gran ocurrencia de activar un trabajo en equipo sobre la huella del franquismo, dejada por los medios de comunicación en el personal de aquella época.
El nómada tiene recuerdos al por mayor como los que se relatan en el libro “El florido pensil” de Andrés Sopeña, sólo que podría ampliarlo unas cuantas páginas más con anécdotas kafkianas. Cierto día con motivo de la controversia entre el régimen y Gibraltar, el piadoso maestro, muy hábil dando palmetazos, nos formó en el patio del colegio y nos puso a rezar el rosario, adivinad para quien.
¿Por la salud del Papa? No.
¿Por la salud del Caudillo? No.
Para que la pérfida Albión devolviese el Peñón a España. Se ve que éramos gentes de escasa fe, puestos a analizar el resultado de nuestras súplicas.
Ahora se trata de dar marcha atrás en el tiempo, recomponer el velo del recuerdo con costuras al bies, oír lo que la gente grabó en su disco duro, sacar el limpiametales y darle brillo a la cachivachería del desván repleto de polvo.
El caso es devorar el tiempo del alumnado en demostrar que dos y dos son cuatro. Manipulación, censura, desinformación y nacionalcatolicismo.
Todo este viene a colación, porque la profe de Historia ha tenido la gran ocurrencia de activar un trabajo en equipo sobre la huella del franquismo, dejada por los medios de comunicación en el personal de aquella época.
El nómada tiene recuerdos al por mayor como los que se relatan en el libro “El florido pensil” de Andrés Sopeña, sólo que podría ampliarlo unas cuantas páginas más con anécdotas kafkianas. Cierto día con motivo de la controversia entre el régimen y Gibraltar, el piadoso maestro, muy hábil dando palmetazos, nos formó en el patio del colegio y nos puso a rezar el rosario, adivinad para quien.
¿Por la salud del Papa? No.
¿Por la salud del Caudillo? No.
Para que la pérfida Albión devolviese el Peñón a España. Se ve que éramos gentes de escasa fe, puestos a analizar el resultado de nuestras súplicas.
Ahora se trata de dar marcha atrás en el tiempo, recomponer el velo del recuerdo con costuras al bies, oír lo que la gente grabó en su disco duro, sacar el limpiametales y darle brillo a la cachivachería del desván repleto de polvo.
El caso es devorar el tiempo del alumnado en demostrar que dos y dos son cuatro. Manipulación, censura, desinformación y nacionalcatolicismo.
