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Playa de la Misericordia. Málaga. |
H
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asta ayer me daba sarpullido, cuando veía a los pobres maniquíes con sus jerseys de lana de cuello alto y sus chaquetones bien abotonados. Hoy el frío se ha presentado de improviso, como
las malas noticias o los parientes pedigüeños. Una vez más se repite el ritual,
la búsqueda en los altillos de la ropa que quitamos de en medio, hace meses y
parece un lustro.
Algunos
medios digitales sacan en portada el armario de fulanito o menganita. Artimañas
de trilero travestido de periodista, allí figuran trapitos y varios pares de
zapatos recién sacados de la tienda. Se pregonan, como sardinas en el mercado,
las marcas y lo monos que nos sentiremos con ese atuendo.
Debo ser
la rama asintótica de la curva de la demanda, la ruina de los tenderos, porque
repito camisas y pantalones una temporada tras otra. Mis prioridades
consumistas van por otro camino, o mejor dicho por muchos caminos.
Para
ilustrar el contraste de tiempo inserto dos fotos del Mediterráneo, la primera
fue tomada hace un mes y la otra ayer.
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Playa de Benajarafe, Vélez-Málaga. Málaga. |