T
|
ras los crueles sucesos en
tierras galas, buena parte del personal saca a relucir lo malo, malísimo que
resulta el Islam y sus creyentes. A quien suscribe le dejan indiferente las
prédicas de Mahoma y las de otros muchos profetas. El núcleo de las grandes
religiones dista de ser una patología social. El problema surge a partir de las
interpretaciones torticeras, sectarias y aviesas, cuando no impregnadas de
intereses políticos que hacen algunos lumbreras con libros “santos” en sus
manos.
Hoy
París se erige en la capital de la libertad de expresión, de la insumisión al
terror y a la barbarie de unos descerebrados que merecen la máxima condena. Una
multitud que supera el millón de personas así lo atestigua. De ahí a extender
el veto contra todo lo que huela a musulmán media un abismo.
Puede
que las caricaturas de marras les resultaran poco edificantes a los más
ortodoxos musulmanes; pero eso en modo alguno les otorga la bula para
acribillar a balazos a los demás, al menos dentro de unas coordenadas
racionales.
Puede
cada cual sentirse o no identificado con la revista Charlie Hebdo. Pero bajo
ningún concepto podemos renunciar a la libertad de expresión y a los cauces que
la regulan. Como decía Ksawery Pruszynski: “La tarea del comentarista es
explicar lo que ha entendido con su mente e independientemente de que el
razonamiento en cuestión guste o no
guste al poder, a la Iglesia, a las masas, a la sociedad, al pueblo, a la
opinión pública”.
Os dejo
con unas imágenes del Mar de Alborán y de Las Alpujarras, porque para gustos
hay colores; nunca crímenes.
![]() |
Proa SSE, velero a las 11. |
![]() |
Sillas tradicionales en Las Alpujarras |