En los momentos más agudos de dolor, con esa especie de cactus que me atraviesa todo el ser en mis partes más sensibles, la mente se relaja, tal vez como efecto psicotrópico de los calmantes con imágenes que se combinan como un caleidoscopio dinámico. Tal vez por ello, una vez mínimamente recuperado, me encamino cámara en ristre hacia el incipiente jardín botánico de la universidad, allí donde todo es futuro por hacer, a la par que negocio para los proveedores. Simplemente dejo el CCD que se deleite en cromatismos, mientras sueño que juego a científico loco, que dialoga con las plantas para confesarles aquello que resulta incongruente para los humanos, porque solo la rosa sabe escuchar lo que se piensa a medias, lo que se percibe entre pétalos oníricos, porque toda belleza está plagada de mil espinas, accesible solo para voluptuosidades aéreas, sin pies en la tierra y raíces en mil sitios.
Con todo esta parafernalia vengo a agradecer todas las muestras de cariño y solidaridad recibidas durante mi convalecencia.