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asta ahora la gente sin trabajo
hacía cursos de informática, de fontanería, de energía solar, de idiomas y
otros oficios meritorios, tantos como una larga ristra, larga como aquellos
trenes de tercera con olor a tocino de los sesenta.
Entre los anuncios de comparto piso, y
otros que jalonan las cercanías de las universidades, en Valencia ha surgido
algo parecido a un máster en puta profesional. Para completar el currículo las
alumnas recibirían clases teóricas y prácticas. El título, al contrario de los
muchos expedidos por la universidad, daba derecho a un empleo.
El
oficio de alcahueta siempre tuvo tintes harto carroñeros, no es de extrañar que
se valgan de la situación actual para lanzar sus redes entre una población sin
horizonte laboral. Más que medidas legales el hecho precisa una contestación social.
Cada cual puede hacer de su capa un sayo, pero no es de recibo el exprimir los
limones ajenos para llenar la bodega de negros euros.