lunes, 18 de febrero de 2013

La guindas de la pava

Mercadillo de Torremolinos, Málaga.

C
ondimentar las opiniones con envidia forma parte del recetario nacional, como si añadiésemos ajo, laurel o guindillas al guiso del día. El estómago aguanta hasta cierto límite, pero a veces se le va la olla a la cocinera y aquello sale un comistrajo vomitivo.
Una universitaria, cuya identidad no viene al caso, no se explica como alguien pudo llegar a ser azafata de vuelo sin ser alta ni un bellezón, según sus peculiares cánones. Si este “elaborado” silogismo viniera de la versión hispana de Homer Simpson, en una tarde de barra de bar con efluvios de aguardiente, sería entendible; nunca justificable.
El panorama laboral no está para tirar cohetes. Si damos por sentado que un puesto, en una compañía aérea, se consigue por las medidas o por la cara bonita de la aspirante, obviando los idiomas y la formación específica. Entonces retrocedemos a la mitología del cine de los sesenta; con las suecas, Torremolinos, el macho ibérico y el enredo fácil.
Muñeca, según la segunda acepción de la RAE es una figura de mujer que sirve de juguete. Con las personas no creo que se deba jugar ni abandonar en el banco del ninguneo.
Banco y muñeca abandonada en calle Moreno Monroy, Málaga.

Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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Tratando la conjución de ocurrencias e imágenes. No pongo música porque se cabrean los de la SGAE.