- Quiero que sean las que más corten de todas.
- Dicen que en ese arte ya eres diestra.
- Yo sólo corto a los que van por el interés.
- Pues das con la ruina de muchos capitales humanos.
- Afila y calla, haragán.
Tras sacar unas extrañas chispas azules a los filos de la herramienta, el hombre devolvió ésta a la altiva chica con una sentencia inesperada:
- Si piensas hacer del buen paño jirones, tras la noche de San Juan hartarás la sed de muchos, y aún quedarás más impasible que mi rueda de afilar.
- La cara si que la tienes de pedernal, toma un real.
Desde aquel verano una fuente de agua cristalina, con cuerpo de mujer no para de manar, aguarda en lo alto de la cuesta, a la entrada del pueblo a todo aquél que precise refrescarse y aún llevarse más a casa, el nacimiento de Rosana según llaman.