Hay objetos que fueron creados para tener una función genuina; por ejemplo las tejas para proteger la cubierta de las casas de la lluvia. Las cabezas de los humanos se supone que están para albergar una mente pensante, con capacidad de raciocinio. Basta escuchar las andanadas dialécticas de uno y otro bando político para darse cuenta que todo se va en esgrima retórica. Tejas y cabezas han devenido en puro atrezo que importan un pimiento.
Ahora resulta que papá Estado no puede dejar de cobijar con subvenciones y otras bagatelas a sindicatos y partidos políticos. Pobrecitos ellos, llenos de goteras, porque el ciudadano de a pie no arrima la tocateja que precisan en su azotea. En cambio resulta una sagrada obligación comulgar con ruedas de molino a base de subidas fiscales, no sea que los “peperos” monten más chiringuitos “gürtelianos” o desaparezcan. Lo cual acarrearía un gran luto entre la feligresía.
Pepiño Blanco, que no da puntada sin hilo, entretanto pasa la mano por el lomo a los sindicatos, para que no ladren en demasía por la dentellada propinada por el BOE a los trabajadores.