Hacemos un repostaje en Pedroveya: armonía que nos reconforta, cultura sin máster que organiza los espacios de lo sencillo elevándolos a la categoría de arte.
Nos conversamos unas botellas de sidra fresquita entre las viandas que vuelan de los platos, la euforia del ambiente nos atolondra, sería un pecado romper el hechizo con tópicos manidos. Cada cual toma notas mentalmente para recomponer su historia, a la hora de la cena las mismas han de ser expuestas, intercambiadas e insertadas en el caleidoscopio de lo vivido y lo soñado.
Cris y yo intercambiámos una mirada, no vale copiarse ni siquiera en el destinatario del relato, ambos pensamos en ese futuro de optativo.
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