El llanto imposible (I)

E

lena estudiaba Turismo por contar con un título universitario, pero lo que realmente le atraían eran las historias del más allá. Esta vocación surgió a partir de la pérdida de Alex, su mejor amigo, en un trágico accidente. La ouija le parecía un método poco fiable para contactar con Alex, la más de las veces salían palabras sin sentido o directamente chorradas.

Eclipse lunar, tecnología inadecuada.

Probó con las psicofonías en el piso de su amigo, pero aquello era un desastre, cuando no quedaba registrado el ruido del camión de la basura, era el chunta-chunta del buga del “cani” de turno, por no hablar de las discusiones del matrimonio del 7º-E a las tantas de la madrugada.

Aytº de Sanlúcar de Barrameda. Cádiz.

Alguien le aconsejó grabar en lugares con una historia aquilatada. Escogió la noche de un sábado con eclipse lunar. Elena aprovechó la inauguración de una exposición en el ayuntamiento, antiguo palacio ducal, se encerró en los lavabos y esperó a que todo el edificio quedara desalojado. El palacio carecía de vigilancia nocturna por tanto déficit municipal.

Aytº de Sanlúcar de Barrameda. Cádiz.

Cuando se creyó sola, sobre las 11:30, se acomodó en el sofá de las visitas del alcalde, puso en marcha la grabadora digital y quedó sumida en estado de duerme vela.

Aytº de Sanlúcar de Barrameda. Cádiz.

A las tres de la mañana el inequívoco llanto de un bebé se coló desde la habitación contigua. Saltó con agilidad felina al tiempo que se preguntaba quién podía abandonar un recién nacido allí, como quien pierde un paraguas.

Aytº de Sanlúcar de Barrameda. Cádiz.

Atropelladamente, con la débil luz de la pantalla del móvil, se encaminó hacia el origen de los lloros, la secretaría. Allí no encontró ni un alma. El llanto del bebé se alejó, junto con un rotundo taconeo, en dirección a la galería del patio interior.

Continuará. Al menos eso espero.