sábado, 25 de agosto de 2007

Salieron ranas


Cuenta una fuente bien animada que en esta plaza de Tarifa, durante el reinado de Sancho IV se reunían los domingos ocho hermosas jóvenes para contarse sus secretos y mirar de reojo, entre guiños y mal disimuladas risas a los esclavos árabes que ese día se vendían en almoneda.

Celosos y molestos los capitanes regios tomaron cartas en el asunto e hicieron traer de Tánger al afamado alquimista Ben-Pelota, para que infringiese un castigo ejemplar a quienes pusieren la vista encima de aquellos tesoros de doncellas. El comisionado, (por la comisión que trincaba), puso manos a la obra y elaboró un perfume mágico, el cual vendió la víspera del mercado, envuelto en mil zalemas a las afortunadas, de tal modo que quien percibiera su aroma, al momento quedaría hechizado por su embrujo y convertido en todo lo opuesto a lo deseado.

Llegó el día señalado y cuando estaba presto al inicio, con la multitud congregada, se oyeron toques de fanfarrias y un gran tropel de jinetes de la media luna que asediaban las murallas. Con el tumulto que se armó los ocho aguerridos capitanes se aproximaron a increpar a las agraciadas y perfumadas, porque estorbaban las maniobras de sus huestes, con tanta vehemencia se acercaron a ellas que el sortilegio hizo efecto y ellos quedaron convertidos en las ranas que veis. Ante la falta de estrategia defensiva los atacantes tomaron la fortaleza y se rindieron a los encantos de las damas.

Desde entonces los ‘capitanes rana’ no cesan de manar. En cuanto a Ben-Pelota terminó de edil de parques, jardines y mobiliario urbano.

A lo mejor no fue así, pero ¿quién sabe?

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