martes, 18 de septiembre de 2007

Deporte

El domingo pude disfrutar en Monachil (Granada) del espectáculo de la Vuelta, claro que si no te gusta el ciclismo mejor ni asomes, el atractivo se compone de una suma de factores: el esfuerzo sobrehumano de los deportistas, las rampas duras con ganas de la carreterita que da acceso a los Llanos del Purche, el calor de Sierra Nevada que en esta época asfixia y sobre todo la gran masa de público.
Animábamos a todos los integrantes de la carrera, sin discriminación por equipos ni nacionalidades, sin escatimar un empujón a los que veíamos más 'cascados' que no eran pocos. Esto es lo grande de la afición a la 'bici', que al contrario que en el fútbol o en otros deportes aquí se vuelca con todos los participantes, se genera una capa de solidaridad con el deportista, aunque cada uno tengamos nuestras preferencias. Muchos sabemos de qué va la cosa, puesto que hemos sufrido en nuestras propias carnes lo que cuesta el ascender un puerto, las pájaras, los calambres y otras incidencias por el estilo.
¿Por qué sufrimos hasta límites agonísticos? Por el mismo motivo que los montañeros suben al Everest u otras cumbres muy complicadas, porque están ahí los puertos y porque los aficionados al final hemos internalizado el lema del barón de Coubertain: 'Citius, altius, fortior', (más lejos, más alto, más fuerte). Con lo que se termina compitiendo contra uno mismo, aunque a veces cuando ya no puedes más y estás en el límite de pulsaciones, (las mías a veces por encima de 180 por minuto) sacas de donde no hay para llegar, no importa el puesto sino rebasar el cartel del puerto.
Sólo cuando uno está en una situación tan extrema como desvalida puede apreciar la fragilidad humana. Venga que ya estamos arriba!!!

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Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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