sábado, 1 de noviembre de 2008

La máquina del tiempo muerto




Alguien puso de moda el volver a tratar el rancio franquismo, el de las meriendas con un enorme trozo de pan cateto y una mínima porción de un chocolate, una cosa tan basta los colchones de borra y las mantas tan pesadas como lápidas y no menos calurosas.
Todo este viene a colación, porque la profe de Historia ha tenido la gran ocurrencia de activar un trabajo en equipo sobre la huella del franquismo, dejada por los medios de comunicación en el personal de aquella época.
El nómada tiene recuerdos al por mayor como los que se relatan en el libro “El florido pensil” de Andrés Sopeña, sólo que podría ampliarlo unas cuantas páginas más con anécdotas kafkianas. Cierto día con motivo de la controversia entre el régimen y Gibraltar, el piadoso maestro, muy hábil dando palmetazos, nos formó en el patio del colegio y nos puso a rezar el rosario, adivinad para quien.
¿Por la salud del Papa? No.
¿Por la salud del Caudillo? No.
Para que la pérfida Albión devolviese el Peñón a España. Se ve que éramos gentes de escasa fe, puestos a analizar el resultado de nuestras súplicas.
Ahora se trata de dar marcha atrás en el tiempo, recomponer el velo del recuerdo con costuras al bies, oír lo que la gente grabó en su disco duro, sacar el limpiametales y darle brillo a la cachivachería del desván repleto de polvo.
El caso es devorar el tiempo del alumnado en demostrar que dos y dos son cuatro. Manipulación, censura, desinformación y nacionalcatolicismo.

lunes, 27 de octubre de 2008

Montefrío


A poco que se abre una fisura en mis absorbentes trabajos, lleno tanque y enfilo carretera, hay que desbastar los neumáticos recién estrenados en la moto. Me libro del radar por una intuición y por la vista atenta al horizonte, en una autovía de dos carriles por sentido, ya son ganas de limitar a 100 km/h en una recta en bajada con levísima curva a izquierda, más bien son ganas de recaudar, de algún lado tendrán que salir los cuartos para los fastos de ZP.
A lo que íbamos, o sea en dirección a Montefrío (Granada), considerado como la puerta de Granada en la conquista católica, hoy pacífica población rodeada de olivos y con unos accesos manifiestamente mejorables, asunto que a buen seguro no quita el sueño al omnipotente Manolo Chaves ni a su camarada Maleny.
La iglesia de La Villa en lo alto de un cerro domina todo el casco urbano, mejor subir a pie y con buen ánimo, puesto que las calles fueron ideadas para caballerías y algunos burros no las han mejorado mucho, por el camino se hallan unas casitas con vistas privilegiadas, como una que se rotula de La Parra, al pie de la fortaleza nichos desocupados de la época romana, excavados en la roca arcillosa, que en otros lugares ha propiciado la construcción de viviendas cueva.
Un modesto artesano del esparto avisa que están a punto de cerrar, por lo que el sprint final se hace más complicado con tanto virus a cuestas, apenas tengo tiempo de tomar unas fotos y escuchar a la guía, una francesa que con sumo esfuerzo cuenta que la iglesia se apartó del culto por una tormenta.
Hallábase reunido el personal para la misa siglos ha, cuando penetró un rayo por una ventana, quemó la cola del vestido de una dama y con ésta todo el mobiliario de madera del templo. No dudaron los “científicos” de la época en catalogar aquello como una señal divina adversa. Por lo que construyeron otra enorme iglesia, con espectacular cúpula; en pleno centro de la población. Fue la fórmula ideal para no tener que trepar aquellas cuestas tan fatigosas para algunos.
Claro que aquí hay poco terreno llano, todo es un sube y baja como el Ibex, pero en calles, hoy semivacías porque el personal anda ocupado con la cosecha de la aceituna, de la que obtienen un estupendo aceite según se demostró en la ensalada.

Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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Tratando la conjución de ocurrencias e imágenes. No pongo música porque se cabrean los de la SGAE.