Aveiro (Portugal) es una ciudad sorpresa para el visitante, perfecta desconocida para el público español, está surcada por canales que le confieren cierta reminiscencia veneciana, solo que aquí las embarcaciones (mouliceiros) tienen un aire más burlesco en sus proas.
La sal y la luminosidad le dan un aire especial al conjunto urbano donde destacan edificios modernistas, que reflejan el asentamiento de una floreciente burguesía de principios del siglo pasado. En esta época de vacaciones académicas las calles presentan un aspecto un tanto despoblado, tan solo algún grupo de turistas “chárter-diesel”.
El ayuntamiento ha aprendido de tantos otros a eliminar las plazas de aparcamiento disponibles y ha dispuesto su trinconismo particular. Aún así merece la pena disfrutar de este trozo de Atlántico que se quedó tierra adentro, tal vez prendido de alguna sirena varada.
La sal y la luminosidad le dan un aire especial al conjunto urbano donde destacan edificios modernistas, que reflejan el asentamiento de una floreciente burguesía de principios del siglo pasado. En esta época de vacaciones académicas las calles presentan un aspecto un tanto despoblado, tan solo algún grupo de turistas “chárter-diesel”.
El ayuntamiento ha aprendido de tantos otros a eliminar las plazas de aparcamiento disponibles y ha dispuesto su trinconismo particular. Aún así merece la pena disfrutar de este trozo de Atlántico que se quedó tierra adentro, tal vez prendido de alguna sirena varada.