martes, 24 de septiembre de 2013

Una sonrisa en el concierto

Gran Canal de Venecia.


S
uspiré aliviado al finalizar mi conferencia en la Universidad Ca’Foscari de Venecia. Hablé demasiado sobre la involución del óptimo de Pareto que practican las empresas trasnacionales. El alumnado aguantó como pudo el alud de datos y gráficos.
Quise zambullirme en el Settecento musical, el decano me consiguió una entrada para un concierto en la iglesia de san Vidal. El programa de los ‘Interpreti Veneziani’ era de lo más conocido: Las cuatro estaciones de Vivaldi. Una hora antes del inicio ya había cola en la puerta del que fuera hasta hace poco recinto religioso.
Quien logre ver la sonrisa de la ‘vergine’ en mármol de Ricci, según la leyenda, logrará el amor de su vida durante sólo esa noche. En los minutos previos al inicio, creí ver por unos instantes la sonrisa franca en aquella obra maestra. Los de ciencias damos poco pábulo a estas fantasías. Me dispuse a ir al baño para estar más relajado.
Una japonesa de dedos fuertes y gesto amable, sentada en la fila uno, coincidió conmigo en un acto tan banal como necesario. Calculamos mal, porque antes de concluir nuestra tarea el violín de Nicola Granillo atacaba enérgico los acordes de Giunt’è la primavera.
Las bisagras de la antigua puerta de la sacristía, ahora reciclada en lavabos, hacían más ruido que la más siniestra película de Drácula. Por educación y, para no interrumpir la magia del concierto con los chirridos, quedamos confinados en tan poco elegante recinto. A medida que el allegro subía por los muros del templo, nuestras manos se enredaron como la hiedra al muro más cercano. Mitsuki y yo, embriagados por la danza pastoral, nos pusimos como el vidrio de Murano recién salido del horno. Ella se recostó sobre un arcón abandonado en un trastero, mis labios y mis manos la recorrieron como el ‘vaporetto’ el Gran Canal, varias veces en un sentido y el opuesto. Atracaderos incluidos.
Iglesia de san Vidal. Venecia.
El cerrado aplauso, tras la Ciaccona para violín y cuerdas, ahogó a tiempo el gemido del sostenido orgasmo de Luz de Luna, significado en español del nombre de aquella criatura. Ni siquiera pudimos dejar nuestra ronda veneciana cuando el público abandonó la sala. Exhaustos al amanecer escapamos como ladrones de banco, cuando la limpiadora abrió la puerta.
Nuestros aviones tomaron rumbos opuestos sobre la vertical del faro de Murano, no sin antes dejar una señal tan fugaz como nuestro encuentro.
Como supondrán vuesas Mercedes y vuesas BMW, todo es pura fantasía. Ligar es cosa fácil frente a la pantalla. Os dejo algunas imágenes nocturnas de la República Serenísima.

Virgen de Recci en la iglesia de san Vidal. Venecia.
Faro de Murano. Venecia.

Puente de Rialto.Venecia.

San Giorgio desde san Marco.

La góndola espera en Rialto. Venecia.
San Marco suspira por La Luna.



Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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Tratando la conjución de ocurrencias e imágenes. No pongo música porque se cabrean los de la SGAE.