martes, 26 de octubre de 2010

Delicias (Siberia)



P
Ara la legión de seguidores de la tradición sería imperdonable perderse las fiestas del Pilar, pero disculparán mi falta de militancia en este y otros dogmas, carezco de vocación de capillita. Cada cual es muy libre de plantar altares donde le convenga. Zaragoza es una ciudad abierta que te convida a bebértela en cualquier época del año, aunque en esta el cierzo hace de las suyas, marea las veletas y se cuela hasta en el DNI.
Hacer un catálogo turístico del casco histórico sería poco original, lo mejor es que paladeéis cada uno de sus rincones, sucumbiendo a la tentación de la gula sin mucho miramiento. En especial las palmeritas de chocolate con sabor a naranja de una pastelería ubicada en la plaza de san Felipe. El mercado central no cierra sus puertas por la tarde, iniciativa que aplaudo por lo fácil que resulta el acopio de provisiones, tanto trajín callejero despierta el gusanillo. Si de repostar se trata, en Dovelas te dejan el tanque lleno para toda la jornada, se aconseja llegar “esmayao”, para ingerir tanta vianda de un tirón.
La ciudad por la noche, a pesar de bajar de revoluciones, presenta un aspecto mágico, hay que aprovechar la luz del atardecer subir la ISO de la cámara a 1.600 y levantar un poco la vista. De este modo resulta fácil llenar la tarjeta de memoria con buenos recuerdos.
El personal incluso se muestra tan solícito, que me aconsejan visitar tal o cual rincón para mejorar las imágenes. Sin duda Aragón está poblado por gente muy maja. En absoluto se merecen el “descalabazao” del arquitecto que les plantó la estación de Delicias sin calefacción, más que del Ave, parece que te apeas del transiberiano, pero luego con el calor humano y los refajos te olvidas del trámite.
La Aljafería y otros lugares merecen capítulo aparte, que dedicaré en la próxima entrada.

Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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Tratando la conjución de ocurrencias e imágenes. No pongo música porque se cabrean los de la SGAE.