Es hora de echar el telón al sueño de los arietes madrileños del PP. Esperanza y Gallardón, que tanto me descabalga la una como el otro, pregonaron el 2016 como la cábala santa, año jubilar para alcanzar una capital sin atascos, paro, contaminación ni otras minucias. Levantaron su castillo en el aire sobre millones de cabezas, hicieron creer que el maná caería de los aros olímpicos. Ahora tienen la coartada perfecta para culpar de todos los males venideros a los malevos miembros del COI, que tuvieron una mala tarde en Copenhague.
¿Qué hará la pareja sin el suflé presupuestario soñado? Lo mismo se dedica el dúo al lanzamiento de naranjas valencianas a toda costa. Entretanto, los sufridos residentes en la capital del reino practicarán la esgrima contra los precios; sacarán de córner y rematarán de cabeza contra la portería del INEM; correrán la maratón de las hipotecas; sudarán la marca de los “sopotocientos” mil metros obstáculos para llegar a fin de mes. Todo esto y más porque unos cariocas, con favelas y sin pedigrí, se han llevado el gato al agua o al Río.