Se abre la ventana del Mediterráneo tras un largo paréntesis de encierro. Atrás dejé, por el momento, los agobios de la exámenes, los nervios de los trabajos en grupo, sin embargo viene ese sabor agridulce de perder de vista las amistades forjadas con el paso de los cursos. La vida tiene sus ciclos inexorables, como días primaverales y borrascas otoñales. De momento el estío me llevará de la mano hasta playas de soles sin prisa.
Otros tuvieron menos suerte y en la noche de san Juan no pudieron alcanzar la orilla de la vida por una fatídica coincidencia. Estas olas del destino lo mismo te cargan las pilas que te dejan más allá de todo horizonte humano. Tengan estas almas la fiesta en paz, donde quiera que ahora se reúnan.