Creación en 3D a partir de una foto anodina.
Egún el calendario deberíamos estar inundados por el espíritu de la Navidad, la concordia y toda esa retahíla de buenos propósitos. Pero hete aquí que la nueva ley antitabaco deja en cenizas los modales del personal y todo se vuelve una colilla que nos achicharra. Tirios no fumadores y troyanos de la cofradía de la humareda se aprestan a quemarnos con sus santas razones.
Este país no cesará jamás en su empeño de ser un reflejo de las luchas más o menos abiertas entre montescos y capuletos. Mientras la Julieta de los impuestos especiales sigue haciendo caja, algún empresario farruco de la restauración se niega a acatar la ley. Tenemos una larga tradición de los reinos de taifas, así nos salen emires como virus en el ‘ordenata’.
El nómada hace muchos años que tiró su última cajetilla en una papelera y hasta ahora. Por eso cree que la solución pasa porque existan establecimientos con y sin, como la cerveza. No busquéis a este aprendiz de juntaletras en esos baretos, en los que individuos de abdomen prominente inundan el ambiente con sus habanos, al más puro estilo de la época predemocrática.
Prefiero refugiarme al atardecer en el humo del chocolate con churros, tras haber perdido la mañana por esos senderos perfumados por las vinagreras (especie de hinojos silvestres), los candilitos en flor al unísono del frío, las naranjas como luces del invierno, las higueras como islas doradas en un mar de pinos, los frutos rojo semáforo entre la maleza, las aceitunas que reclaman un ‘ordeño’, los pinsapos de cumbres milenarias y otras cuestiones libres de nicotina y alquitrán.