miércoles, 19 de marzo de 2014

Me lo contó el castaño


S
i alguien se molesta en escuchar a los árboles centenarios, como yo hago, puede enterarse de historias como la que me contó el castaño:
“Sergio rompió amarras hacía varias semanas con el noray que lo sujetaba al frágil pantalán de las ganas de vivir. Apenas salió del hospital, la fatídica idea del suicidio se instaló en él como un troyano irreversible.
No podía borrar de su mente aquella tibia tarde de noviembre, en la que dejó conducir los más de 130 CV de flamante moto R1 a su novia Raquel. La falta de experiencia de la joven piloto, conjugada con un todo terreno que invadió parte del carril contrario, en una curva ciega, provocaron el fatídico desenlace. Culebreo incontrolable de la rueda trasera, Raquel segada por el guarda raíl y Sergio con politraumatismo severo.
Castaño en Parauta. Málaga.

Un domingo de febrero se hizo con una cuerda y el valor suficiente para despedirse de todo. Se arrimó a mí, como castaño de dos brazos robustos, para ejecutar su plan final. Apenas dio una vuelta a mi rama norte. El rítmico chasquido de las ruedas de una bici de montaña interrumpieron su tarea. Una joven ciclista se acercó y preguntó a Sergio:
-¿Puedo ayudarte en algo?
-Déjalo, ya es demasiado tarde. Por un momento pensé que eras Raquel, volviendo para pedirle perdón.
-¿Te gustaría volver a saber de ella?
-Vamos, no digas chorradas. Sigue tu ruta y déjame acabar con lo mío. Tú no me has visto y yo no te conozco de nada.
-Prueba a ver esto y luego decides.
-¿Se trata de un truco barato grabado en tu tablet?
Ella se limitó a esbozar una tímida sonrisa y alargó el dispositivo electrónico hacia Sergio, que lo miró de mala gana.
-Pulsa el icono del caballito de mar en la parte superior derecha de la pantalla. (Aclaró la ciclista).
Este pez era el favorito de Raquel. Un mensaje audiovisual comenzó:
‘Hola Sergio, soy yo, sé perfectamente por todo lo que estás pasando. No debes culparte por el accidente ni preocuparte por mí. Ahora vivo tal como soñábamos de adolescentes. Eres libre de acabar como una rama sin hojas ni fruto. Si enfilas la pendiente de la vida, hay mucha gente a la que puedes ayudar. Recibirás poco a cambio, pero ahí estaré para llenarte de energía de 100 octanos. Tengo que dejarte, porque las comunicaciones las tenemos muy restringidas aquí. Un beso’.
Alcornoques descortezados. Parauta. Málaga.
El joven se quedó sin fuerzas, se resbaló por mi tronco hasta quedar sentado sobre la alfombra de mis hojas. Con voz entrecortada dijo a la ciclista:
-Llévate la cuerda, llévatela por favor. A todo esto, ¿cómo te llamas?
-Mi nombre es Esperanza, pero eso es lo de menos.
Ella traspuso por el camino de los alcornoques, con su bici de doble suspensión camino de Cartajima sin dejar huella. Él volvió al bar donde solían tomar una cerveza sin alcohol, cuando volvían de sus salidas moteras. En la barra quedaban dos taburetes libres y sonaba su melodía favorita en el reproductor de CD”.

La verdad es que el dichoso castaño era muy locuaz y yo andaba ocioso, por lo que atendí su leyenda.

Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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Tratando la conjución de ocurrencias e imágenes. No pongo música porque se cabrean los de la SGAE.