sábado, 8 de diciembre de 2007

Palacio encantado

Allá por 1920 Eusebio era un chico de la burguesía adinerada local, no podía destacar más que en los estudios de Medicina por la férrea dictadura de su padre, cirujano director en el Hospital Civil, jefe en lo sanitario y sargento prusiano en lo familiar. Cuando el joven acabó la carrera sus arpías tías celebraron un conciliábulo para buscar novia formal a Eusebito, tras varias intervenciones se llegó al consenso de elegir como candidata a María Gracia, una “distinguida y agraciada señorita” en palabras de la prensa pelota y farisaica de la época, la afortunada tenía en su currículo el asistir con regularidad a novenas y rosarios, así como ayudar a su viuda madre en obras pías como el ropero de los pobres.
La chica en verdad era más pava que un plato de agua y en asunto de hombres tenía menos experiencia que en el manejo de la radioactividad, sumisa como se pedía a toda mujer decente llevó el noviazgo como un alivio de luto o por lo menos de actos religiosos. Eusebio era introvertido hasta delante del espejo procuraba no reflejarse y ninguna joven se hubiera fijado en él si no fuera por el binomio C + I = capital más interés.
Celebraron la boda los contrayentes con menos convencimiento que los políticos prometiendo en plena campaña. Las buenas rentas de ambas familias permitieron disponer a los recién casados de un palacete lujoso con su servidumbre decorosa y aparentosa, entre la plantilla de domésticas figuraba Anita, la ayudante del doctor en la consulta que abrió, especializada en sífilis y otras patologías venéreas tan en boga por esas fechas.

Anita provenía de una familia campesina de Vallejo, pedanía de Macharaviaya. Tenía ella la sonrisa acogedora como la bahía, el carácter dulce como la uva moscatel, la mirada magnética, el pelo crespo con un par de rizos que se mecían a ambos lados de su frente, en suma era una criatura angelical dotada para ser amada sin reservas.

Nuestro novel galeno tardó poco tiempo en sucumbir a los encantos de la muchacha y ella supo sacar de aquel hermetismo un hombre nuevo, a estas alturas quien haya leído ya lo supondría, no obstante la pareja reprimía sus deseos naturales no sin grandes esfuerzos.
Era tradicional festejar la “Veladilla del Carmen”, por lo tanto se preparó una gran gala para lo más granado de la sociedad, más que nada por conspirar con los poderes fácticos y trepar otro peldaño el joven licenciado
Al llegar la madrugada y retirarse la gente de orden, los invitados y la señora, Anita y Eusebio rompieron todas las cintas del corsé que sujetaron tanto sentimiento en un ángulo del patio, no contaban con que la santa e hierática esposa hilaba muy fino y vigilaba mejor que todas las cámaras ocultas, antes de que los felices adúlteros se hubieran terminado de besar bajó las escaleras con el revólver del marido y chillando: ¡A mí no se me engaña así!, disparó cinco balas que segaron la vida de los enamorados.
Para no dar pábulo a la habladuría popular se simuló un robo, a la homicida la internaron en un convento de monjas en Archidona y las diligencias fueron archivadas mediante providencia de su señoría.
El escenario del triste suceso fue tapiado a cal y canto, pero por una azotea contigua saltaban como gatos en la noche otras parejas poco confesables públicamente que relataron a sus más íntimos que cuando se besaron dentro del palacio surgieron en aquel mismo rincón del patio unas figuras de entre los azulejos devorándose a besos.
Los expertos en Parasicología y similares disciplinas han visitado el lugar en varias ocasiones, pero no han obtenido pruebas concluyentes.
La pregunta es: ¿aparte de tecnología avanzada iban dotados de enamorados dispuestos a besarse?
Si es que no saben ni investigar esta gente.

viernes, 7 de diciembre de 2007

Centrándonos


Al fín! Hallé un hueco para escapar de la esclavitud de tanto trabajo para la facultad. Me lancé al centro a buscar otras miradas sobre lugares conocidos y otros por descubrir.

Aunque a muchos nos parezcan monótonas y serias las calles que transitamos con cierta frecuencia, siempre habrá alguna nota que pondrá color en el trillado mosaico urbano y sirva como remedio de guardia para tanto agobio mental, provocando que las señales de prohibición inviertan su sentido: no a los pitidos, sí a la melodía improvisada de una mañana fría que limpia el ambiente sepia de una ciudad que se despereza.


Además siempre nos quedarán los puestos de flores de la Alameda con su sinfonía de colores, que no de olores puesto que la mayoría de esta mercancía llega hasta aquí en las bodegas de los aviones desde invernaderos remotos.





No faltará quien piense que todo es pose y locura, esperpento para esquilmar unas monedas a los viandantes a cambio de un recuerdo anedóctico. Pero estos y otros son los signos que nos identifican con un espacio geográfico creado entre todos, o por lo menos con los impuestos de todos los que pagamos.


jueves, 6 de diciembre de 2007

Estrechado


Como la palmera encerrada en el patio interior del palacio del obispo ando estos días, por el trajín académico con los trabajos que nos torturan en la facultad, pero prometo que me elevaré por encima de los alevosos tejados para captar la luz del resto de blogeros. Ya decían los árabes que este árbol era símbolo de la hospitalidad.

Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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Tratando la conjución de ocurrencias e imágenes. No pongo música porque se cabrean los de la SGAE.