domingo, 5 de septiembre de 2010

Anhelada siesta



Se hace eterno el sprint final de esta retorcida etapa, pero no queda otro remedio que apretar los dientes hasta el viernes, para echarse después una larga siesta y así olvidar el chorro de datos capturados porque sí.
Desplego brevemente en el blog la última fase de mi periplo por la Confederación Helvética. En este caso Zurich, ciudad que tiene sus encantos concentrados en el casco antiguo. El resto es de aspecto más bien frío, y con la sensación de ser un hervidero de trabajadores de cuello azul, léase empleados del sector servicios. Como consuelo les queda tomarse un refrigerio junto al lago a medio día. El tener separados a los bañistas por sexos se ve que no era cosa exclusiva del franquismo, aquí aún conservan esa reminiscencia, el pecado de la carne azotaba sin desmayo. Aunque enfrente, para compensar, hayan instalado una tienda de arte, entre el que se exhiben unos delicados falos de diversas tallas.
Aparcar por libre es misión imposible, a pasar por caja toca, como viene siendo habitual. Las señales de las autopistas están con letras blancas sobre fondo verde, a la inversa que en el resto de Europa (fondo azul). Entre eso y la pésima ubicación de los carteles, algunos justo encima de la salida de un túnel y por la izquierda, el lío está asegurado. Con la de francos que trincan ya podrían esmerarse en no volvernos locos.
Menos mal que la cadena nórdica de bares de pescado tiene sucursal en la estación central, así puedo despacharme un remedo de paella, lo único que sabía balbucear en español la empleada. Aquí saber francés no vale de mucho.
Antes de tomar el avión, en el Watch International Center, observo como un grupo de mujeres, ataviadas al estilo islámico, se despendolan comprando relojes de más de 24.000€. Se ve que el imán de su barrio las demoniza  si enseñan los muslos, en cambio reventar petrodólares debe ser un atajo para llegar al paraíso. Uno que no alcanza a entender a esas personas que dejan que otros decidan por ellas donde está la aduana entre el bien y el mal.
Cierro el tenderete suizo y me encomiendo a santa Suerte.


Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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Tratando la conjución de ocurrencias e imágenes. No pongo música porque se cabrean los de la SGAE.