jueves, 14 de febrero de 2008

Encuentros botánicos


Andaba ese día enredando con la cámara entre ficus benyaminas, palmeras reales, glicinias, aspidistras y otras especies cuando una especie de mini ectoplasma pudo ser captado por el macro objetivo 300, al principio me pareció un bicho raro, pero quedé atónito cuando comenzó a hablar en un castellano arcaico.

Se presentó Pedro diciendo que en otra vida fue jardinero de los Marqueses de Casa Loring y lo especial que fue su dicha a finales del siglo XIX, cuando los señores abandonaron la casa veraniega dejando al cuidado de ésta a Ernestina, una jovencísima mulata traída de Santo Domingo. Una calurosa tarde en la cual el jardinero arreglaba el parterre cercano a la entrada se acercó Ernestina con un botijo de agua fresca, calmó la sed del buen hombre aquella bebida con un gusto anisado, a partir de entonces no pudo conciliar el sueño pensando en aquella diosa de ébano vestida con inmaculada bata blanca semitransparente.

Al día siguiente, con la excusa de arreglar el limonero del patio interior de la vivienda, el jardinero accedió a la distinguida mansión de los oligarcas, la cual a pesar de su diseño y compostura, recuerda a una casa de las más reputadas de Nueva Orleans con galería a la cual se asomaban las tentaciones más íntimas.

La caribeña cruzó una mirada intensa con nuestro hombre, la bebida y sus curvas ya habían hecho el efecto previsto, él no dudó un instante en seguirla sumiso hasta la alcoba de la señora para fusionar blanco y chocolate bajo el dosel barroco para hacerlo temblar como un seísmo de grado seis en la magnitud Richter.

Desde entonces cada tarde se encontraban, una veces junto al drago de savia roja donde se ramificaba y retorcía su pasión hasta fundirse con la tierra que los acogía; otras al lado del estanque del tritón que no cesaba de manar como la risa entre aquellos generosos labios que pronunciaban palabras crípticas, ya trepando ella sus firmes nalgas sobre el tronco del amado como monstera deliciosa sobre una conífera; bien acodados bajo el extraño árbol llamado pata de elefante que conectaba con los ancestros de Ernestina; no dudaban en cruzar todos los puentes del deseo más carnal; el vigor de Pedro quedó atrapado como la forja de hierro macizo entre la inaplazable glicinia que lo retorcía a su antojo.

La ingesta de aquella primera tarde de agua del manantial del Venta de las Ánimas mezclada con unas gotas de palo borracho en cuarto creciente habían surtido su hechizo como era lo habitual desde hacía muchos siglos.

Todo podía haber seguido como el paraíso terrenal si una mañana de domingo, tras haber dicho misa en la catedral en latín y de culo a la audiencia, no se hubiera presentado el obispo acompañado del administrador para arreglar unos papeles sobre diezmos en el cacicato de Cómpeta y por el efecto de resonancia de la cúpula del mirador percibieron nada más entrar a la finca los ritmos de la pareja en plena danza erótica bajo la semiesfera, los protagonistas no se dieron cuenta de nada hasta que los 'visitontos' a corta distancia les dirigieron grandes voces no de aprobación precisamente.

Pedro fue arrestado por los migueletes y conducido al peñón de Alhucemas, ella fue internada en el convento de las Catalinas, pero el efecto del palo borracho perdura a largo plazo, por lo que a los pocos meses mutaron ambos en diminutos insectos que mezclados entre las plumas de sendas gaviotas volvieron a su edén particular donde aún continúan sus encuentros a pequeña escala pero con no menos intensidad.

Así me lo contó el afortunado.

3 comentarios:

Carlota dijo...

Maravillosas fotos...me encantó la del árbol que parece tener vida propia...sigue la leyenda? Un abrazo.

Pilar dijo...

Cuando vaya la proxima vez a la finca, recordaré este texto y observaré cada uno de sus rincones: quizás tenga un encuentro con Pedro y Ernestina. La Concepción será para mí, desde ahora, diferente. (una malagueña)

Carlota dijo...

Pues me ha encantado, qué quieres que te diga, yo creo que la más bonita que he leído...ahora entiendo las fotos del botánico, claro....un beso.

Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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