viernes, 29 de febrero de 2008

Archidona


Aprovechando la pausa que brinda el día de Andalucía, fecha ideal para los politiqueras de turno largar sus soflamas, me dirijo a Archidona (Málaga), topónimo que procede de los romanos Arx Domina (señora de las alturas), pasando antes por el término de Antequera donde destaca la peña de los enamorados, en la que según cuenta la leyenda Tagzona, hija del mandatario moro, y un cristiano cautivo, Tello, se quitaron la vida al no ser viable su amor por carencia de alianza de civilizaciones.
Dicha peña tiene el perfil de un rostro humano mirando al cielo, giro la imagen para mejor apreciación.
Archidona es conocida entre otras cosas por su plaza ochavada que hoy ocupa la cabecera, su ermita reciclada a partir de mezquita árabe y como no por el celebrado cipote de Archidona de principios de los 70 que dio lugar a un jocunda y prolífica relación epistolar entre el malagueño Alfonso Canales y Camilo José Cela, para más detalle pinchar aquí.
Lo primero que me encuentro es la calle principal cortada, será por obras mire usted, pues no, se trata de un mitin en toda regla con megafonía incluida, tras no pocos rodeos consigo enfilar las estrechas y empinadas rampas que trepan a las ruinas de las murallas que albergan la antigua mezquita ambas del siglo IX.
Historia medieval aparte esta carreterita me las ha hecho pasar canutas más de una vez al subir con la bici en plan tramo libre con el club, sobre un asfalto muy irregular y pendiente media del 15 % sin un puñetero falso llano que permite bajar el ritmo cardiaco de 170 pulsaciones.
A pesar del estropicio de los devotos de Roma el recinto de culto conserva unas columnas muy apuestas y se puede imaginar su uso primitivo. Las ruinas están pésimamente cuidadas, no hay presupuesto supongo. Lo que más llama la atención es el antiguo aljibe, que según parece fue convertido en mazmorra. No han desperdiciado el terreno algún listo para autorizar la colocación de unas horrendas antenas de telecomunicaciones.
Ya en el caso urbano, concluidos los fastos ante la estatua de Blas Infante, padre del andalucismo, tras pasear por la plaza ochavada rematada allá en 1867, busco alguna pitanza del terreno, vengo a dar en el llamado restaurante Central donde sirven porra y migas, alimentos pobres pero que cumplen a la perfección su misión nutricional, tan felices me las prometía, pero en esto que las contiguas y abundantes mesas reservadas se infectan de los regidores locales, para culminar el festejo como si de las bodas de Camacho se tratara, los escasos camareros se aglutinan en torno al poder local y el bienmesabe de postre se torna hiel, por lo moroso que se vuelve el mesero.
Moraleja no compartas ni sala con los ‘servidores públicos’ porque hasta en eso te harán la vida imposible.

2 comentarios:

Carlota dijo...

jaja... pobrecito, mira que ir a comer al mismo sitio que ellos... oye, el sitio está muy bien, y me encantó el perfil que yo creo que debía ser el de ella, a mí me parece de mujer. Muy interesante todo, gracias Nómada.

Mª Ángeles Cantalapiedra dijo...

jajajaja, mucha chispa nos traes hoy; me ha encantado, ah, y pierdo el sentío por el bienmesabe.
Un besote, que termines bien el finde

Impresiones

Todo es subjetivo, dejemos volar el yo imposible.

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